¿Qué beneficios ha conseguido la prohibición de bolsas plásticas en Chile?

En agosto de 2018 Chile se convirtió en el primer país de América Latina en prohibir las bolsas plásticas y con la perspectiva de evitar el uso de 2500 millones de bolsas/año en el país. A punto de cumplirse cuatro años desde su retirada nos preguntamos: ¿Qué ha pasado con las bolsas plásticas en Chile? ¿Qué beneficios para el medio ambiente se han conseguido?
Hasta el momento se puede afirmar que se ha evitado la entrada de 7.500 millones de bolsas plásticas de bajos espesores o de un solo uso a Chile. Pero, por otra parte, se ha duplicado el consumo de las bolsas de papel, que también son de un solo uso, ya que presentan muchas limitaciones para su reutilización. Algo que ocurre porque las bolsas de papel son muy susceptibles a la humedad, no resisten mucho peso, se ensucian y su capacidad es limitada, al igual que su manejo.
Si se analiza el ciclo de vida de una bolsa de papel y nos remontamos a su origen, a partir de la pulpa que proviene de la explotación forestal, se encuentran cifras que no son nada positivas. La huella de carbono de las bolsas de papel desde su origen es muy alta. Así un estudio realizado por la Asamblea de Irlanda del Norte en 2011 informó que, “la fabricación de una bolsa de papel consume cuatro veces más energía que la fabricación de una bolsa de plástico”. Y si vamos a la huella hídrica, se encuentra que para fabricar una tonelada de pulpa para papel se invierten nada más que 115 mil litros de agua.
Así que, para compensar su huella de carbono, la bolsa de papel debería reutilizarse, por lo menos cuatro veces, en comparación con la bolsa plástica. Y eso no es posible, porque no se puede reutilizar ni dos veces siquiera, sin el riesgo que se rompan, ya que deben mantenerse bien secas y limpias. Pero la diferencia es que las bolsas de papel son biodegradables, pero las de plástico no lo son.
Las bolsas de papel por sus limitaciones propias, ya descritas, pueden significar para una familia promedio, que realiza un mínimo de 50 compras al año en el supermercado, que tengan que comprar por lo menos cuatro bolsas para cada ocasión, lo que se traduce en unas 200 bolsas anuales y una inversión de poco más de 30 mil $/año.
Aquí entra entonces la posibilidad de emplear las bolsas reutilizables plásticas, para ahorrar el costo de los empaques de papel, pero la Ley 21.100 indica que se considera bolsa plástica a toda bolsa compuesta fundamentalmente por polímeros derivados del petróleo, independientemente de su capacidad de reutilización o de su comportamiento al finalizar su ciclo de vida.
Esto implica que las bolsas reutilizables de tela no tejida (TNT) de polipropileno y las bolsas reutilizables de polipropileno laminadas (rafia), que aún se pueden encontrar a la venta en algunos supermercados y retail, también están prohibidas. Como en la ley sólo se hace referencia a la composición de la bolsa, se permiten, únicamente, bolsas fabricadas con polímeros biobasados, bolsas de fibra vegetal o bolsas de papel.
Esto le abre un espacio muy grande a la entrada de los biomateriales, con cualidades biodegradables y compostables, que puedan ofrecer prestaciones superiores a las bolsas de papel a un costo razonable y con buenas propiedades mecánicas, resistentes a la humedad, y que pueden reutilizarse más de una vez.
Así que de aquí en adelante podemos esperar la incursión de biomateriales que vengan a competir por el mercado de las bolsas en Chile frente a las bolsas de papel, una lucha por un mercado que supera los 2.500 millones de unidades/año. Entre esos biomateriales se tienen, principalmente, al PLA o ácido poliláctico que proviene del almidón de maíz y de otros vegetales, material que ya está siendo utilizado por varias empresas transformadoras de bioplásticos.