La economía circular necesita una sociedad circular

Es necesario plantearse cómo las variables económicas, sociales y culturales también se ven reflejadas en el derecho ambiental y la necesidad de empezar a tomar medidas de carácter cultural si queremos desarrollar seriamente la economía circular… ¿o deberíamos mejor hablar de “sociedad circular”? Ciertamente, “sociedad del reciclado” debería revisarse como concepto también puesto que se salta los dos primeros pasos de la jerarquía de residuos: la reducción y la reutilización…pero si hablásemos de “sociedad circular” seríamos mucho más inclusivos y coherentes que solo hablando de “economía circular”.
Pongamos un ejemplo cercano. La importancia del cambio climático ha necesitado de más de cinco décadas para ser socialmente internalizada; para que los medios de comunicación dejaran de cuestionar la validez de la mayoría de la comunidad científica; para que los políticos lo pusieran en su agenda como una cuestión prioritaria (y veremos lo que tardan en llegar las acciones, cuando el avance del deshielo que la actividad humana provoca está generando estragos cada vez más rápidamente); para que la publicidad entendiera que lo “verde” era un motivo para vender; para que nuevos movimientos ecologistas surjan utilizando nuevas formas de comunicar para empujar a empresas, administraciones y medios de comunicación sobre la emergencia climática…, cuando el cambio climático hace tiempo que está afectando ya a la economía y a millones de personas en todo el mundo.
Esto pone de manifiesto que la economía es uno de los vectores de la actividad humana, pero no es “el vector”. En realidad, las motivaciones que existen más allá de la economía son la supervivencia y la seguridad, la autosatisfacción, el estatus, la capacidad para dar, etc. Todas estas motivaciones tienen que ver primero con poder mantenernos vivos, y segundo, con satisfacer motivaciones relacionales, que es de donde surgen las dinámicas sociales y culturales.
Mientras que en los últimos tiempos se han multiplicado las consultas participativas desde todas las instancias administrativas (desde lo local a lo europeo), que además después deben pasar por un filtro de calidad normativa para evitar que las normas incurran en graves incorrecciones de técnica legislativa, lo cierto es que la comunidad ciudadana que conoce el concepto de “economía circular” es muy minoritaria, más allá de las comunidades que trabajan en ello. Si eres un profesional del medio ambiente haz la prueba: pregunta en tu círculo de amistades a quien no esté iniciado en la materia si sabe qué quiere decir “economía circular”. Y no, no hay tanta gente que esté familiarizada con el concepto. Se requiere aún de mucho trabajo cultural y de comunicación para familiarizarnos, a nivel social, con lo que significa la “economía circular” así como sus oportunidades.
Los avances tecnológicos tampoco son la panacea, sobre todo porque se quedarán sin las necesarias inversiones si no se alcanza a ver que tienen oportunidades reales para su implantación, voluntaria u obligatoria. Y para ver esas oportunidades es necesario sentir que el entorno acompaña. Y para dicho acompañamiento, actores económicos, sociales, de las administraciones y ciudadanía debemos asumir que los residuos son parte de nuestra cultura, una parte no resuelta y de la que no nos hacemos cargo seriamente. La tarea no es fácil y menos en plena pandemia, una sacudida que nos hace entrar en una nueva crisis y nos hace descuidar otras que son igualmente importantes. Cuando vemos mascarillas tiradas en el suelo podemos entender lo mucho que nos falta culturalmente para cambiar de hábitos. Pero no solo; cuando seguimos comprando botellas de agua en lugar de llevar cantimploras con agua de casa, tampoco estamos entendiendo nuestra capacidad de cambio. Cuando las empresas siguen haciendo embalajes multicapas en lugar de buscar alternativas, es que no entiende su corresponsabilidad ambiental…, y todo esto es cuestión de cultura y no solo de economía.
Y cuantos más materiales complejos existen, más acervo legal debe responder a una realidad en la que hemos complicado la complejidad. Y ya sabemos que las leyes van por detrás de la realidad… ¿Tú de qué hablarías entonces, de economía o de sociedad circular? ¿Cómo construimos la sociedad circular… solo desde la economía?
Así pues, si queremos ser realmente ambiciosos empecemos a hablar de sociedad circular en lugar de economía circular, que incluso esta última necesita de instrumentos no económicos para convertirse en una realidad, como ya hemos visto. Y para ello conviene utilizar la educación y la sensibilización ambiental. Pero ojo, no seamos ingenuos, no solo dirigida a los niños y niñas, sino más bien a los adultos, a las empresas, a las administraciones, a las entidades sociales, culturales, deportivas, de ocio, etc., porque son ellos los que toman decisiones y dan ejemplo (o no) para que los hábitos culturales de consumo y de producción de residuos cambien y se conviertan de verdad en circulares.